¿Te cuesta hablar de sexo?
Hablar de sexo, casi es más difícil que dedicarnos a insultar a alguien (perdón por la comparativa tan burda).
Para la gran mayoría de las personas, es más fácil hablar de cualquier otro tema pero, llegando a este capítulo, las voces cambian, los gestos cambian y la “vergüenza” o timidez, aparece para convertir ese momento, en una situación incómoda, apurada y, en algunos casos, totalmente tabú.
Incluso con la pareja, que es esa figura que debe estar con nosotros en cada momento, y que debería ser la persona con la que se tiene más confianza, muchas veces no es posible tener una conversación fluida y larga relacionada con este tema.
Nunca me ha gustado la expresión “la culpa es de…”, sin embargo, es cierto que la responsabilidad de este hecho recae, casi en su totalidad, a la educación que hemos recibido en nuestras primeras etapas de la vida, dentro de una sociedad llena de tapujos, hipocresía y segundas intenciones.
En la España profunda (y en más países también, pero como estamos en España, hablo de nosotros) la palabra sexo estaba relacionada con algo malo, sucio, que podía llevarte a una irremediable perdición, conducirte directamente al infierno o, en el mejor de los casos, “dejarte ciego”.
Pensamientos e ideas como estas y muchas más, han formado parte de nuestra etapa de crecimiento, y han sido alimentadas por muchísimas figuras de autoridad durante todo ese tiempo, como profesores, progenitores, religiosos, etc.
Después de tanto bombardeo sobre las tiernas mentes de los que intentaban crecer con dignidad, es muy normal que, años después, ciertas reminiscencias aparezcan con estos temas.
Casi todo el mundo sabe, hoy en día, que hablar de sexo es algo normal y que forma parte de nuestras vidas; sin embargo, esa educación restrictiva que se ha sufrido, a veces cohíbe la capacidad de expresión, convirtiendo una conversación que, en proyecto podría ser interesante, en algo realmente cómico.
Es muy común ver, en el entorno de este tipo de conversaciones, gestos de protección con brazos y piernas, miradas bajas, mejillas ruborizadas y, sobre todo, cambios de los términos a usar, utilizando en su lugar, palabras absurdas, que intentan mitigar, en parte, la vergüenza que produce pronunciarlas.
Botoncito, lolas, peseta, pichula, donde no llega el sol, las colinas de Babilonia, super nenas, chichi, pompis, mástil, plácida y dominga, chiquiturri, patata, redondeces, flor, frutas del paraíso, pompis, seta, trompa, castaña… y cientos más, que cogen su forma y entonación, según la zona donde se viva o la simpatía de cada parlante.
Llega un momento, en que no se sabe si se está hablando de sexo, o contando un chiste. Aunque se debe reconocer, que la imaginación llega a unos límites para inventar palabras que eviten la timidez, que bien se podría crear un arte literario nuevo, propio de las mejores librerías de nuestras casas.
Muchas personas presumen de ser abiertas para hablar de sexo, y cuántas veces me he encontrado con la típica actitud de levantar la cabeza para hablar del tema, con un rictus de total seguridad y mirada desafiante y, como contrapunto, bajar la voz al pronunciar ciertas palabras… Al final, todo se nota…
Es como ese dependiente que presume de saber vender, y cuando le va a decir el precio al cliente, baja la voz y la mirada… como si tuviera algo de lo que avergonzarse. Esta “pelea”, la he tenido en cientos de cursos de formación en ventas, y podemos extrapolarla a las conversaciones de sexo.
Si lo analizo, ni siquiera en la intimidad de un grupo de amigos, después de unas copas, es posible encontrar una conversación abierta y relajada, sin las típicas risitas o miradas picaronas.
Cuánto daño nos ha hecho la sociedad, la civilización, la cultura, la educación, las profundas creencias rurales y religiosas y, por supuesto, nuestro mal entendido concepto de conciencia y libertad.
La sexualidad, en general, está directamente relacionada con el desarrollo de la ética personal, que está influida por todo lo que hemos hablado antes.
De ahí que, cuando una persona, más aventurera que la media, pronuncie en voz alta algunas fantasías que le gustaría realizar, muchas caras cambien de rictus, muchas manos hagan el gesto de la cruz y muchas voces se queden apagadas en un gesto de ahogo.
No nos engañemos, aún queda un largo recorrido relacionado con este tema; mientras hablar de sexo, lleve irrevocablemente a miedos, juicios de valor y demás situaciones, nadie tendrá la libertad mental necesaria para convertir sus dudas, en un proceso de comunicación.
Es curioso cómo muchas personas, buscan su “confesionario” particular en tiendas especializadas o en nuestro querido internet; es un mundo donde la represión y falta de confianza, se convierte en un libertinaje mal entendido, y lleva a una desinformación tan brutal, que se crea una nueva ola de complejos subconscientes que, acrecenta aún más, la falta de creatividad para una conversación real y sana sobre este tema.
Las personas que, a fuerza de voluntad, han conseguido romper barreras y abrir sus mentes y, en consecuencia, han conseguido no sentirse reprimidos o discriminados al hablar de sexo, habrán notado cambios importantes en sus vidas, como por ejemplo:
- Mejora de las relaciones sexuales
- Mejora de las relaciones con su pareja
- Mejora en el proceso de transmisión de las emociones
- Mejora en el proceso de estimular los sentidos
- Mejora en la búsqueda del placer
- Mejora en la felicidad de sus vidas
- Mejora en los procesos de comunicación
No nos confundamos, hablar de sexo NO es una obligación, cada uno es libre de hacer lo que quiera con su mente, su cuerpo y sus palabras; sin embargo, si el sexo es algo tan importante en la vida, ¿Por qué no desarrollarlo en todas sus facetas?
Hablar de sexo, aporta la oportunidad de sentir al resto de las personas más cerca y de ayudarnos a crecer y a evolucionar de forma sana, con todas las ventajas que eso aporta.
Después de leer este artículo sobre si te cuesta hablar de sexo, creo que habrás comprendido la importancia que tiene crecer en la sociedad y crecer como persona. Cuéntanos tus experiencias y tu crecimiento. Ayuda a otras personas a conseguir una vida mejor, más sana y más libre. Escribe en los comentarios todo lo que se te ocurra.