(4) de cómo la ilusión forma parte activa en la vida y en los objetivos laborales
más ilusión…. Este es el cuarto pensamiento de otros muchos que seguirán entrelazados con sus números correspondientes, y crearán el libro final.
Volvamos a mis experiencias relacionadas con los procesos de comunicación con otras personas y con los sistemas de ventas.
Un par de años después de aquella época de negociaciones para vender tarjetas a puerta fría, llegué otra vez a un punto en el que quería tener algo que mi salario familiar no me permitía tener. Lejos de conformarme con la situación y quedarme a la espera de un regalo sorpresa (el cual no creo que hubiera llegado nunca), decidí aceptar la oferta de un amigo para trabajar en la época navideña en la tienda de sus padres.
¡ Qué tiempos aquellos ! 18 días de trabajo me generaron 18.000 pesetas, lo que me costaba aquella chaqueta de piel negra que tanto me gustaba.
No puedo evitar sonreir al recordarme aquellos días, pensando en el fin del trabajo para ir con mi bien ganado salario, a gastarlo íntegro en un trozo de piel curtida de vaca.
Sonrío por recordar la fuerza de la juventud, sonrío por recordar que la Nochevieja de aquel año salí con mis amigos a celebrarla y sin dormir fui a trabajar al día siguiente, cual valiente soldado que no abandona su puesto ante cualquier eventualidad. Por cierto, qué mal se trabaja un día 1 de enero con un sueño atroz.
Sonrío también por lo fuerte que era mi motivación para pasarme un periodo de vacaciones escolares trabajando voluntariamente.
Y también sonrío porque allí aprendí conceptos importantes en los negocios y en los procesos de venta que me sirvieron más adelante, y sin embargo fui incapaz de verlos en ese momento.
La tienda en la que trabajé aquellas navidades ofrecía a sus clientes regalos de todo tipo, y al final de la misma, tenía un rincón mágico lleno de colores y olores procedentes de cientos de gominolas y chucherías de todo tipo presentadas al público de una forma tan atractiva que era imposible no acercarse a verlas. Y mi trabajo consistía en cuidar de ese rincón maravilloso, vender todas las golosinas que pudiera al exigente público de 1 metro de estatura que las quería comer , y por otro lado evitar engordar yo mismo 18 kg de peso al ser tan difícil resistir la tentación de probarlas todas ellas.
Para no extenderme demasiado en si conseguí o no mi objetivo, sólo debo decir que esa chaqueta de piel negra aún la conservo en mi armario y que no tengo ninguna intención de deshacerme de ella; cada vez que la miro recuerdo aquella época y lo que aprendí con aquellas personas, a las que desde aquí me gustaría agradecerles la oportunidad que me dieron de cumplir mi sueño. Ya podía hoy en día ser tan fácil cumplir los sueños !
La tienda la dirigían los padres de un buen amigo, y aquel matrimonio ya tenía años de experiencia en el mundo del comercio y del trato con las personas; aún los recuerdo hablando con el público y dirigiendo aquellas conversaciones hacia donde podía serles más productivo.
Pero lo que más recuerdo de aquellas personas era su capacidad para sonreir. No importaba si tenían un mal día, o si tenían problemas en casa, o si estaban cansados, aún me parece impresionante como jamás dejaron que sus temas personales traspasaran las fronteras de su negocio; siempre tenían una luz de alegría en los ojos, siempre mostraban su mejor sonrisa y siempre tenían palabras de amabilidad para todo el mundo, incluso para mí cuando me equivocaba.
Como ellos decían, las personas que entran a comprar, lo hacen porque tienen una ilusión, desean algo que existe en el interior de la tienda y cuando cruzan la puerta para buscarlo, lo hacen con alegría, con esperanza y con unas ganas locas de conseguir aquello que están buscando, por lo tanto, ¿quiénes somos nosotros para quitarles esa ilusión?
En ese momento, esas palabras me sonaban algo extrañas; yo los miraba con atención, pero no acababa de comprender lo que estaban haciendo con sus clientes, que ellos trataban como si fuesen de su propia familia.
Tiempo después, mucho tiempo después, comprendí la base de su filosofía, y era algo tan simple como que un vendedor, o un comunicador, no es solamente un creador de negocios, sino que también es un creador de ilusiones, y son las ilusiones las que han construido el planeta que tenemos ahora; son las ilusiones las que han hecho que el ser humano evolucione, son las ilusiones las que han logrado construir rascacielos, puentes, aviones, cohetes, etc.
Es decir, que aquellas personas capaces de crear ilusiones, son las que harán nuestro mundo más perfecto. Un saludo a todas aquellas personas que con sus palabras han construido ilusiones donde probablemente antes existían sólo cenizas, no importa que sean vendedores, comunicadores o simples observadores, son magos de nuestra sociedad que reparten felicidad donde quiera que van.